- Mamá, cómprame condones.
Todo comenzó así. Pepito, el apodo de aquél que parí, cuando me pone a prueba cruzando los límites, no deja de sorprenderme a pesar de todos estos años de entrenamiento con sus preguntas atrevidas e insólitas en el momento más impertinente. Ya debía estar curtida, pero no.
Su clásica reciente, incluir, a ver si pasaba y para medir mi reacción, una caja de condones para él y el hermano en la lista de la compra de calzoncillos y medias de la temporada.
- Oye Pepín, te estoy comprando ropa interior, no te estoy financiando una orgía.
- Pero mamá....ya estamos grandes y siempre dices que la tía Carmela quiere que se declare el año internacional del condón para que la familia no aumente irresponsablemente.…
- Shh.
- Pero, mamá...si siempre dices que usemos condón..(voz de niño del coro de los Toribianitos aunque ya tiene la de un adulto). Mamá...quiero ser un "happy man".
La discusión siguió en esa línea con una batería de todos los argumentos posibles y los recordatorios de las veces que les repetí sobre la necesidad de protegerse. Ante tanta insistencia se vino el “eureka” que me iba a permitir darle un giro a la tuerca y responder en el tono más irónico maternal posible.
- Tienes toda la razón Pepito. (Mirada de desconcierto de Pepito, que ya nos conocemos). Vamos a la farmacia para comprar tus condones. Pero, ¿sabes?, yo soy tu mamá ¿no? (Pepito asiente lentamente con creciente desconfianza). Bueno pues, te los voy a comprar como una mamá, tres tallas más grandes para cuando crezcas y mientras tanto los usas con un nudo en la puntita y le ponemos figuritas de Pikachú.
- Ay mamá, qué asco.... Y después quieres que te cuente todo.
- Sí, lo compartimos todo, pero como te dije, hay límites. Yo soy tu madre, no tu amiga ni tu compinche. Así que si te sientes tan adulto como para ir de revolcones, también debes serlo para cuidarte.El incidente no pasa de ser una anécdota de todo este proceso de tira y afloja constante, de vaivenes y desafíos en la relación entre nosotros. Además, es una relación muy particular dadas las distancias y la necesidad de tener calidad más que cantidad.
Source: AAP
Es natural que un hijo intente desafiar la autoridad de los padres, más aún cuando están separados. He escuchado decenas de historias en las que los padres se descalifican mutuamente y es en ese desacuerdo en que los hijos encuentran su ventana de oportunidades para obtener una libertad, quizá mal manejada, porque sin estructuras las vidas de ellos se convierten en electrones, con carga, pero perdidos.
No sé cuál es el secreto y cada hijo es un desafío constante, pero único y particular. ¿Habrá recetas? A mí me ha resultado en esa relación sui generis que tenemos la imposición de los límites (unilaterales, casi como se hace así porque lo digo yo, pero con la correspondiente explicación), la conversación constante y honesta, admitiendo los errores cuando se deben admitir, tragándome todo el orgullo porque a nadie le gusta equivocarse y menos delante de quienes deben seguir nuestro ejemplo.
Y al admitir errores, especialmente como madre separada con una vida emocional independiente de ellos, los errores del corazón, cuando esos los involucraba de pequeños o en estos tiempos cuando conversamos nuestros secretos, con las distancias debidas, sobre nuestras propias vidas, nos crea cada vez más un vínculo especial.
Todo se centra en esas conversaciones, más en el caso de Pepito, por la confidencia, por los consejos, por el intercambio de percepciones. Y cuando el tema abordado se vuelve muy íntimo en el sentido de la invasión de la privacidad (sin fines didácticos) intentamos volver a las referencias generales, al todo (aunque los tres seamos chismosos) porque después de todo, siempre les repetía: “yo soy tu madre, no tu amiga ni tu compinche”.
Hace poco Pepito me contó sus intimidades de adolescente. No me la esperaba, pero me siento honrada. Ahora que ya es casi un adulto, que hace cosas de mayores son más complejas o son más picantes. Y cada vez que lo hace, es decir jugar con ese límite que nos separa, no esconde la sonrisa pícara al decirme “no te doy detalles mamá, no tienes que saber más porque eres mi madre, no mi amiga ni mi compinche”.
Me gustan mucho esas conversaciones entre los tres llenas de ironía y honestidad, aunque que pronto la tertulia se centre en un distanciamiento de alguien a quien ellos admiraban más que a nadie. Tendré que hacer de tripas corazón para no herirlos por las pérdidas y no transgredir las líneas, cada vez más tenue de autoridad, que nos separan como madres e hijos.
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