Carlos Tabernaberri creció en Ensenada, en el río de la Plata, amando el fútbol como todo chico argentino. Pero hubo una pasión que le ganó mucho más, la de los caballos. De niño, iba a la escuela caminaba cerca de un lugar en donde se cultivaban las tradiciones gauchas, esas costumbres arraigadas que vinculan a los argentinos con los caballos que le conmovieron por el trato que se le daba a estos animales.
Entonces “hice una promesa a un caballo”, dijo Tabernaberri a SBS Spanish al recalcar que fue que “si alguna vez llegase a estar con un caballo haría las cosas diferentes para que el caballo no sufra tanto”.
Y es que para Tabernaberri “las tradiciones son tradiciones, pero no quieren decir que sean buenas. Hay muchas cosas que son buenas, pero hay muchas cosas como el tratamiento con violencia que no lo son”.
Con esa promesa en algún lugar de su corazón, Tabernaberri y su familia se mudan a Australia en la década de 1980 a comenzar una nueva vida en el oeste de Sídney, en donde abundaban los equinos. En Australia admiró el mejor trato que se le daba a los animales y en su adolescencia montaba y cuidaba caballos en Horsley Park.
“La gente decía tengo un caballo que me daba problemas y como me gustaban los caballos iba de voluntario a cuidarlos. Me dejaban solo con los caballos (para entrenarlos) y después me decían que el caballo estaba un poco más tranquilo”, relató.
Así comenzó, sin querer, forjando su destino, a través de la práctica, por el ensayo-error y sin estudiar. Solo lo guiaba la paciencia y la pasión.
“Cuando me equivocaba el caballo me decía que estaba equivocado y así salió la profesión”, precisó.
El sueño hecho realidad
Con el tiempo, Tabernaberri se mudó a la zona rural de Victoria. Primero a una zona pequeña en Killmore, en donde compró una pequeña propiedad y después a Whispering Acres, en donde tiene un inmenso espacio para criar a sus caballos, enseñar y entrenar a aquellos que necesitan entrenamiento.
El punto de inflexión en su vida se dio al poco tiempo de llegar a Victoria. Allí estaba entrenando a un caballo de temperamento difícil y después de dos meses se le acercó un entrenador de equinos que lo había observado a través de los binoculares para pedirle que entrene al suyo.
Tabernaberri le respondió que no entrenaba caballos, pero el entrenador insistió en que le gustaba su forma de acercarse y relacionarse con estos animales.
El caballo de este entrenador había sido suspendido por derribar a su jinete y tenía muchas malas mañas, pero después de estar tres semanas bajo el cuidado de Tabernaberri, “ganó siete carreras y después lo vendieron a Oriente Medio”, contó orgulloso.
Después de ello su fama en la zona creció por el boca a boca y poco después la gente le tocaba la puerta para que entrene a sus caballos, lo que fue el inicio de su oficio.
“La pasión se hizo trabajo y no es trabajo cuando es pasión”, recalcó este descendiente de indígenas Toba argentinos que toma como punto de partida la forma de domar a los animales.
"Yo lo hago más suave y con más paciencia que nuestra doma india", precisó.
La carta de la reina
Con el tiempo Tabernaberri siguió entrenando caballos en Australia y otras partes del mundo. En el norte de la India pudo domar a un caballo negro, difícil de un majará y por eso la gente del lugar lo llamó el “chamán montado”.
Su libro “A través de los ojos del caballo” llegó a manos de la reina Isabel II, conocida por su amor al caballo, quien le expresó que se sintió “conmovida” por el gesto.
“Tuve una carta de la reina de Inglaterra, quien había leído el libro y le gustó mucho”, señaló Tabernaberri, quien al principio pensó que “capaz me lo mandaron por error”.
“Fue una linda carta, le había gustado el libro y dijo que había estado 'conmovida' por el libro”, contó.
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Los brumbies salvajes de Australia
Tabernaberri, quien también aparece en un programa de televisión, ha desarrollado la habilidad especial de domar caballos salvajes australianos: los brumbies. Son animales que requieren más paciencia y tiempo que los domésticos ya que están en estado salvaje y no están acostumbrados a los humanos.
Pero “cuando las cosas se hacen bien, son los que más te quieren y los primeros en salir a trabajar”, relató Tabernaberri, quien se siente a gusto con su vida de campo, su esposa griega, la cercanía de sus padres a quienes trajo a vivir a Victoria.
“Estando con los caballos no me siento solo, mi señora es maestra y no viene hasta la tarde y paso mi día haciendo clases. Y estás con los caballos y me gusta la vida de campo. Siempre me encantó. Si hay animales no me siento solo. No necesito estar con la gente todo el tiempo, es que me siento a veces mejor con los caballos”, recalcó.
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Sus padres lo conectan con algunas costumbres argentinas, con el idioma y de vez en cuando con el mate, aunque éste solo lo toma en taza.
En su defensa, ante la imposibilidad de no poder disfrutar del ritual de tomar mate, Tabernaberri dice “no tengo mucho tiempo y es que a caballo es muy peligroso”.