En los conflictos armados, las mujeres suelen ser víctimas de varios tipos de violencia, entre ellas, la violencia sexual, física y psicológica. Y a pesar de no estar necesariamente involucradas activamente o militarmente en los enfrentamientos, no pocas veces son objeto de venganzas, terror y violencia brutal.
A través de la historia se ha ejercido la violencia contra la mujer en guerras y enfrentamientos bélicos como un modo de engendrar terror en la población, para humillar a los enemigos y también como forma de diezmar la posibilidad de que el rival aumente su población a través de la procreación. Además, se les ha utilizado a las mujeres como esclavas sexuales para la satisfacción de los bandos en disputa.
Muchas mujeres, no solo sufren la violencia en carne propia, sino que también son testigos de situaciones violentas ejercidas contra sus familias y sus seres queridos. En situaciones de conflicto, las mujeres viven constantemente bajo amenaza, sintiéndose atemorizadas como si fueran el principal objetivo de destrucción cada campaña bélica.
A pesar de estas terribles situaciones, las mujeres siguen demostrando fuerza moral, valor, entereza y valentía al momento de afrontar estas terribles circunstancias. Son ellas las que, mayormente, se encargan del rol fundamental de proteger, acompañar, ayudar y llevar adelante los procesos de sanación de las víctimas, incluso mientras cargan con sus propias cruces de dolor y tragedia.
También han formado parte de importantes procesos de paz, justamente cuando se unen para reconstruir el tejido económico, político, social y cultural de sus comunidades. Estas gestiones se hacen muchas veces a nivel de base, desde la familia, pasando por las comunidades más cercanas y hasta transformar a la sociedad en su conjunto.
Estas contribuciones son constantemente invisibilizadas por parte de los medios de comunicación, autoridades e instituiciones, los cuales se centran mayormente en el papel que juegan los hombres en toda la dinámica de un conflicto. La idea general que domina nuestra cultura parece dictar que, el hombre hace la guerra y el hombre trae la paz. Sin embargo, esta idea es errada y es discriminatoria contra las mujeres, y desprecia sus invaluables esfuerzos por construir sociedades más justas y pacíficas.
La trabajadora social y comunitaria colombiana, Marcela Aponte, considera que la mujer se desenvuelve en su rol protector y pacificador desde los espacios más íntimos y cercanos, "los espacios micro", como ella les denomina, para así, paulatinamente, ir permeando su legado y actividad en la sociedad.
"Las mujeres y sus contribuciones han estado históricamente subvaloradas y nuestro rol no ha sido reconocido al mismo nivel que el de los hombres. No somos ciudadanas de segunda categoría ni somos solamente víctimas pasivas. Tenemos los mismos derechos que los hombres", dice Aponte.
La trabajadora social y comunitaria cree que la mujer debe seguir luchando, y los hombres también contribuir en este esfuerzo, para resaltar el papel positivo de la mujer en las comunidades y la sociedad en general, sobre todo cuando estas son aquejadas por la violencia.
"Debemos visibilizarnos en todos los espacios: en la casa, trabajo, en la familia, entre los amigos. En esos espacios micros realmente podemos hacer un cambio. Cuando enseñamos que las mujeres y los hombres tenemos el mismo valor".
"Estamos en una lucha cotidiana para empoderar a las mujeres y reconocer su papel de ciudadanas de primera categoría", concluye Aponte.
Escucha la entrevista con la trabajadora social y comunitaria, Marcela Aponte, presionando en la imagen principal.