María* tardó años en aceptar que era víctima de abuso doméstico.
Durante más de una década de convivencia con su pareja australiana, las diferencias culturales y la atención constante que le prestaba, hacían que ella justificara las crecientes agresiones en su contra.
“Siempre me trató con mucho amor, y yo pensaba, ‘¡guao, genial!’”, cuenta María quién migró desde Argentina hace unas tres décadas.
Sin embargo, poco a poco María empezó a notar algunas señales incipientes que la alertaban que no todo andaba bien en su relación.
“No me incluía en las fotos con los niños”.
“Tampoco me gustaba que siempre criticaba a los demás para poder sobresalir, para él poder sentirse mejor.”
Con el pasar del tiempo, la situación escaló hasta convertirse en abuso emocional, verbal y financiero.
“El inventaba muchas historias, perdía muchos trabajos, y yo pensaba que eso era justificación para sus cambios de humor, y su frialdad”.
“Yo era muy sumisa”, explica.
“Lo justificaba pensando que él sentía que estaba perdiendo su hombría”, relata María.
Ignoraba cómo me trataba porque en el fondo tenía miedo de sus reacciones, y lo más importante para mí era mantener la calma.
Su pareja nunca la golpeó, sin embargo, María era blanco de agresiones psicológicas constantes, y le preocupaba el daño emocional que esta relación tóxica podría acarrearle a sus hijos.
“Una noche, mientras cenaba, mi hija me agarró la mano debajo de la mesa mientras él me insultaba. Fue desgarrador.”
María tardó tres años en dejar de justificar el comportamiento de su pareja cuando, desesperada, marcó el número 1800RESPECT.
Fue durante esas llamadas que se enteró de que había un nombre para el tipo de intimidación y humillación que se había convertido en parte de su vida cotidiana.
Aprendió los conceptos de control coercitivo y gaslighting, un término definido como una técnica de influencia y control emocional en la cual se manipula psicológicamente a una víctima para que dude de su propia sanidad mental.
Michal Morris, directora ejecutiva de In Touch Multicultural Center Against Family Violence, dice que el 60 por ciento de las mujeres que acuden a su centro desconocen el concepto del control coercitivo y el gaslighting, mientras que aproximadamente el 70 por ciento no están seguras de sus derechos legales.
María dice que las líneas telefónicas de apoyo disponibles le fueron útiles como primer paso porque alguien la escuchaba y así pudo validar sus sentimientos.
“La experiencia es tan dolorosa que necesitas que otra persona te explique con palabras lo que ya sabes”, explica.
Yo estaba tan avergonzada de admitir siquiera ante mí misma que era víctima de abuso.
Con dos hijos, sin dinero propio y sin trabajo, María cuenta que estaba demasiado abrumada para entender cómo navegar el sistema de derecho familiar, cómo independizarse y cómo lidiar con el abuso emocional y financiero al que estaba sujeta.
Pero poco a poco fue tomando cartas en el asunto. Se inscribió en un curso de Relationships Australia y allí aprendió sobre el proceso de cómo separarse, qué tenía que hacer para independizarse, y cómo buscar una mediación: un proceso de separación negociada de manera independiente y amigable, de bajo costo económico, ya que no involucra a abogados ni tribunales.
A María no le quedó más remedio que empezar a trabajar y estudiar a escondidas. Con el poco dinero que ahorró pudo comprarse un auto y alquilar un apartamento, “de milagro”.
Yo era completamente Heidi (ingenua). Yo quería resolver las cosas de la mejor manera posible, pero con el tiempo me di cuenta de que no sería así.
Tras un par de consultorías sobre la posibilidad de optar para una mediación, María recibió una llamada en la cual le notificaron que este proceso no sería posible, porque una de las partes era conflictiva.
“Yo le supliqué, ‘¡dígame qué hago!’. La respuesta fue: 'búsquese un abogado privado'”, relata.
El próximo paso sería buscar la ayuda legal más económica posible.
Llamada tras llamada, rechazo tras rechazo
Una vez que María decidió retomar la rienda de su vida, comenzó también el proceso de navegar el complejo sistema de ayudas legales gratuitas en Australia (legal aid services), una red desarticulada, donde a cada paso la víctima-sobreviviente debe volver a contar su experiencia en cada entrevista, potencialmente revictimizándose, y teniendo que justificar por qué necesita ayuda.
“Sobrevivir a la violencia doméstica te deja emocionalmente frágil y sola. Es difícil entender la información y averiguar cuándo, cómo, dónde y quién te va a representar legalmente. A menos que tu pareja te maltrate físicamente y la policía esté involucrada, te sientes desorientada, asustada y responsable por tus hijos”.
María cuenta que llamó a tantos servicios, que le costaba seguir el hilo de con quién estaba hablando.
Ella describe el sistema como una suerte de “laberinto”, donde las personas que atienden frecuentemente desconocen “cómo lidiar con las emociones” de las personas vulnerables, y están más interesadas en “ticking the box”, o comprobar que están siguiendo el protocolo de la cartilla corporativa, más que atendiendo la necesidad individual de la persona como ser humano.
“Sería estupendo que se le dirija a una ‘ventanilla única’ y tener un servicio jurídico personalizado para las víctimas”, explica.
La primera consulta de María fue en un centro vecinal que ofrecía de ayuda legal gratuita una vez por quincena. Logró concertar una cita de una hora con un abogado.
Pero ese día, su abogado iba con retraso, y María estaba preocupada porque su pareja la recriminaría si ella se retrasaba y él se enteraba que ella había estado en ese sitio, donde ofrecían asesoría legal.
“Cuando finalmente le conté mi historia al abogado, me dijo que no podía ayudarme porque era un abogado penalista, no un abogado de derecho de familia”, recuerda.
“Fue muy frustrante. Yo no sabía qué preguntarle para yo sentirme que no había perdido mi tiempo”.
Tras una larga peregrinación de acudir de un servicio de asistencia legal a otro, María sentía que estaba dando vueltas en círculos, tratando de encontrar ayuda jurídica gratuita o asequible.
En otra ocasión, dice que probó acudir a un servicio legal gratuito en un centro vecinal diferente. Ese día, la batería de la computadora portátil del abogado estaba descargada y no tenía el cable para cargarla.
Al no poder abrir el expediente de María, el abogado tomó notas a mano. Cuando casi terminaron, el abogado se dio cuenta de que el consejo que le había brindado a María era inadecuado porque él había asumido que María estaba casada, cuando en realidad estaba en una relación de facto. El precioso tiempo de la consulta gratuita se desperdició una vez más.Finalmente, María solicitó una subvención de asistencia legal. Logró aprobar la primera prueba para calificar a la ayuda, tras rellenar un formulario en línea donde comprobaba que ella no contaba con los medios económicos suficientes para financiar sus propios costes legales, por lo que era “elegible” y calificaba para recibir la subvención.
How to identify people who are victims of family or domestic violence? Source: Getty Images
Sin embargo, María no pasó la segunda “prueba de medios económicos” porque era copropietaria de la antigua casa familiar en disputa, que estaba hipotecada.
María se había mudado de esa casa, temiendo por la seguridad de ella y de sus hijos, pero eso no fue considerado.
El estudio global de 2016 de Naciones Unidas sobre asistencia jurídica dice sobre Australia:
“Un impedimento particular para el acceso de las mujeres a la asistencia jurídica se relaciona con los criterios financieros para la elegibilidad, que a menudo considera los ingresos familiares generales en lugar de los ingresos individuales (considerablemente más bajos) de las mujeres”.
María continuó buscando servicios legales gratuitos disponibles. Finalmente, encontró un proveedor que al menos podía asesorar sobre su caso específico.
En este caso, era elegible, pero el proveedor de servicios no pudo ayudarla porque había un conflicto de interés. Su expareja había encontrado este servicio antes que ella, y los proveedores de servicios legales no pueden asesorar a ambas partes involucradas en el mismo conflicto.
Endeudarse para poder escapar
María no tuvo más remedio que buscar un abogado privado y endeudarse, para poder escapar de su expareja abusiva.
“Los abogados cobran unos $500 por hora más impuestos (GST) por contestar llamadas telefónicas y responder correos electrónicos”.
“Una vez estaba conduciendo de regreso a casa cansado después de limpiar durante casi 12 horas en un sitio de construcción ubicado a hora y media de distancia, cuando me di cuenta de que el dinero ganado ese día solo pagaría 30 minutos de los honorarios de mi abogado, el equivalente a escribir un correo electrónico”, lamenta.
Ni siquiera he puesto ni un pie en la corte y en los últimos dos años y medio, he gastado más que toda mi jubilación y estoy endeudada.
Cada comunicación con el abogado significa dinero que María no tiene.
Una vez su abogado cometió un error y María pasó la noche despierta pensando cuánto dinero costaría el pagarle al abogado por el tiempo que le tomaría leer su correo electrónico, para luego entender el error y corregirlo.
“Tenía miedo de preguntarle si me cobraría por su error, pero finalmente, me armé de valor y le pregunté. No puedo describir el alivio que sentí cuando escuché que no me lo cobraría.”
“Ese es el tipo de presión extrema que sufro. La gente no entiende a menos que lo haya experimentado”.
El caso de María sigue sin resolverse y la deuda con el bufete de abogados sigue creciendo.
Ella no ve otra solución, sino que acudir a tribunales, lo que costaría al menos $70.000, según sus cálculos.
Al referirse al sistema de ayudas legales gratuitas o de bajo costo en Australia, María lamenta que sea tan ineficiente.
Ella cuenta que, en una oportunidad, su expareja se llevó a sus hijos sin su autorización durante su semana de custodia, porque los niños estaban en la casa de su abuela (la madre de la pareja).
“Ni siquiera hay alguien que te tome una declaración para dejar eso como precedente”, condena.
“Pareciera que hay un sistema, que hay solución”, dice María, “pero lo que hay es burocracia”, concluye lapidaria.
Puedes acceder a mayor información sobre la violencia doméstica en Australia mediante la serie documental de SBS (Mira lo que me hiciste hacer).
Puedes verla gratis en SBS On Demand con subtítulos en chino, árabe, vietnamita, coreano, hindi y punjabi.
Números de servicios de ayuda en Australia:
1800 RESPECT
Telephone: 1800 737 732
Kids HelplineTelephone:
1800 55 1800
Men’s Referral Service
Telephone: 1300 766 491
Lifeline
Telephone: 13 11 14
En caso de emergencia, llama al 000.
*María no es su nombre verdadero.