Estados Unidos construye desde hace meses otro muro con México y Centroamérica. No es una valla metálica ni tiene ladrillos. Se trata de un complejo entramado de políticas y acuerdos con los países de la región que restringen la llegada de cientos de miles que huyen de la miseria y la violencia.
La promesa del gobierno del presidente estadounidense, Donald Trump, es combatir el tráfico de personas y garantizar un tránsito seguro, pero organismos internacionales y organizaciones civiles denuncian que las nuevas medidas provocan el efecto contrario: detenciones masivas, violaciones de derechos humanos y un cuello de botella institucional que deja desprotegidos y en condiciones precarias a decenas de miles de solicitantes de asilo.
Paralelamente los aboca a las selvas y la clandestinidad, expuestos a los traficantes de personas y la policía. Todo esto, lejos de territorio estadounidense.
"Estamos viendo la consolidación de una 'frontera virtual", afirma Aaron Reichlin-Melnick, analista del Consejo Americano de Inmigración.
Con el informe Wilfredo Salamanca.