El 5 de marzo, día que llegó la primera paciente con COVID-19, la vida del personal sanitario del Hospital 12 de Octubre de Madrid cambió vertiginosamente.
“Siempre ha habido mucho trabajo y movimiento, y siempre hemos estado casi siempre con la Unidad de Cuidados Intensivos (UCIs) casi llena, pero ya a partir de ese día fue terrible. Se habilitó una zona para recibir a la paciente, y fue todo como un poco improvisado. No se había planificado nada, trajimos a la paciente y a partir de ahí cambió todo”, cuenta Maribel Lamas Rubiano a SBS Spanish.
Maribel trabaja como técnica en cuidados de auxiliares de enfermería. Lleva 23 años trabajando en la sanidad pública; doce de ellos en el Hospital 12 de Octubre de Madrid, uno de los principales centros de salud de la capital española. Actualmente trabaja en cuidados intensivos, en una unidad especializada en patologías respiratorias. Sin embargo, el personal de su hospital no recibió ni entrenamiento ni recursos para lidiar con la COVID-19, sino hasta una hora antes que ingresara la primera paciente.
“Ese mismo día fue cuando nos enseñaron a ponernos el EPI (equipo de protección personal).”
“No nos habían traído el material necesario, ni (explicado) cómo lo teníamos que hacer. Nos fueron enseñando a cómo ponernos el EPI justo cuando una hora después que iba a llegar la paciente. Sin ninguna preparación ni previsión.”
Maribel cuenta que los días siguientes al ingreso de la primera paciente fueron “una locura”.
“Recibíamos pacientes a una velocidad vertiginosa, se hacían técnicas y cuidados en un tiempo récord, y a pesar de la falta de previsión, se empezaron a montar unidades de crítico rápidamente”.
“En pocos días, se montaron UVIs (Unidades de Vigilancia Intensiva) a una velocidad increíble. Los intensivistas estaban asustados.”
"La presión fue enorme, la que sentíamos en las UCIs".
Los médicos eran los que tenían la verdadera presión, puesto que tenían que elegir que pacientes podían sobrevivir y no, porque no había suficientes camas para todos.
Desde que estalló la crisis del coronavirus en España, el personal sanitario se deja la piel para atender a los más de 228,000 casos que han aparecido hasta la fecha.
El país sufre una de las mayores tasas de mortalidad del mundo por la pandemia, con unos de 27,000 decesos para la fecha de publicación. Además de tener el mayor porcentaje de sanitarios infectados por coronavirus, España tuvo que habilitar espacios adicionales para atender el flujo de pacientes. Todo esto en el marco de un sistema sanitario debilitado tras las políticas de austeridad impuestas por el gobierno como consecuencia de la crisis financiera de 2008.
El miedo en la línea del frente sanitario
El miedo del personal sanitario del hospital por la avalancha que se avecinada se disparó cuando los medios revelaron que España estaba por vivir un brote epidemiológico equiparable con el que ya se estaba observando en Italia.
“En ese momento, yo creo que me paralicé y me temblaron las piernas. Es cuando más asustada estaba, y los intensivistas creo que también”.
Cuando la enfermera entendió que el número de camas de cuidados intensivos en España por cada 100.000 habitantes era menor al número en Italia, y estaba por debajo del promedio de camas de la Unión Europea, entendió que lo que se les “venía era tremendo”.
Maribel cuenta que mientras la situación en su unidad de Cuidados Intensivos era aterradora, en el departamento de emergencias, era aún peor. Allí, la escasez de personal y la falta de planificación significó que equipos de tres enfermeras se veían en la necesidad de atender hasta 200 pacientes.“Hablaba con compañeras de la Urgencia y aquello sí que era un auténtico infierno”, cuenta Maribel.
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“Pacientes por los suelos … esperando en una silla estando muy malitos, porque no había camas”.
“Todo el personal hablábamos de que esto te superaba: la ansiedad, la frustración que sentíamos y yo, sobre todo, lo que sentía era miedo y tristeza”, confiesa.
Con el pasar de los días, crecía también inclementemente el número de ingresos. El hospital se vio en la obligación de utilizar quirófanos, consultorios y diferentes salas de reanimación (URPAS y REAS), y cualquier espacio disponible para atenderles.
El personal experto en cuidados intensivos fue dividido para que pudieran enseñar y supervisar al personal sanitario de apoyo que no estaba cualificado en cuidados críticos.
“Estamos con compañeros nuevos, sin experiencia, y otros que vienen de otras unidades que también se han dejado la piel y lo están dando todo”, cuenta Maribel.
“Todo esto ha aumentado muchísimo la carga de trabajo, y el bicho es muy puñetero. Los pacientes graves se complican mucho y requieren muchos cuidados.”
Un cuidado intensivo de largo aliento
Los pacientes con la COVID-19 requieren de muchos días de hospitalización. Los más graves deben permanecer en el hospital por semanas. Esta situación va en detrimento de la calidad del cuidado que los centros médicos pueden ofrecer, ya que se ven en la obligación de estirar lo más posible sus recursos, para poder atender a todos lo que llegan.
“Tengo la sensación de que se ha dado altas de UCIs a plantas (a pacientes que no han) estado todo lo bien que han tenido que estar. En otras circunstancias, no se le habría dado el alta y se habría esperado a que mejorasen más y que estuviesen mejor”, confiesa Maribel, al tiempo que cuenta cómo esta situación ha puesto a todos los profesionales sanitarios a prueba.
“No puedes darle toda la atención del tiempo que te lleva el desinfectarte, el tenerte que poner los trajes. Te lleva tal cantidad de tiempo, que no les puedas dar todo ese tiempo a los pacientes, lo que también es frustrante.”
“Tienes que estar pendiente también de otras compañeras. También de ayudarlas, sobre todo a las que desconocen cómo se trabaja en la UVI, y es frustrante. Y tienes que ayudarlas, porque ellas lo están dando todo también.”
Rosa* también es enfermera en el Hospital 12 de Octubre. Normalmente trabajaba en el área de oncología y hematología, pero desde mediados de marzo ha estado trabajando en las plantas COVID, atendiendo a pacientes de coronavirus positivo.
El trabajar en plantas de coronavirus te hace mucha mella psicológica, porque son pacientes que están solos, que necesitan mucho apoyo, pero realmente no se los puedes dar.
“Llegas a casa y enciendes la televisión y es más coronavirus, no puedes salir, no puedes evadirte, no puedes relajar la mente realmente, porque antes salías del hospital y tenías una vida, y ahora sales del hospital y te encierras en casa, y solamente es hablar de coronavirus”, confiesa Rosa.A pesar de la presión y la falta de planificación y recursos, tanto el hospital, como el personal sanitario, ha hecho todo lo posible por adaptarse rápidamente a los cambios.
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“Me sorprende mucho cómo está el hospital, por la noche verlo funcionar al 100 por 100. Es increíble. Y los servicios de esterilización, las plantas a tope, los laboratorios, dándolo todo. Y entrar a los quirófanos y verlos convertidos en UCIs con los pacientes allí conectados, monitorizados”, relata Maribel.
Recortes presupuestarios le pasan factura a la Sanidad
Sin embargo, los implacables recortes sanitarios que se dieron en España a raíz de la crisis financiera global continúan impactado en la respuesta sanitaria a la pandemia, más de diez años más tarde.
“Lo que nos hace falta a los sanitarios en los hospitales es todo. Recursos. No creo que estuviésemos realmente preparados, no teníamos camas suficientes, ningún tipo de recursos suficientes, no tenemos equipos de protección individual suficientes, no tenemos tests,” cuenta Rosa disgustada.
Tanto Rosa como Maribel consideran que la improvisación le ha costado caro a los pacientes.
“Hemos metido camas en lugares que realmente no están preparados para que haya pacientes. Esas habitaciones no tenían un simple timbre para que los pacientes nos pudieran llamar, no había tomas de oxígeno suficientes para todos, y algunas veces incluso han tenido que compartir una toma de oxígeno entre dos pacientes”, revela Rosa.
“Al principio, no teníamos EPIs. No teníamos monos o buzos, batas, mascarillas, sobre todo, los primeros días las mascarillas desaparecieron del hospital. ¡Nos quedamos incluso hasta sin mascarillas quirúrgicas! Había que utilizarlas de manera muy contada”.
España, récord en contagios entre el personal sanitario
Según un informe del (ECDC, por sus siglas en inglés) España es el país con más contagios entre el personal sanitario en el mundo.
El 20 por ciento de los casos registrados de coronavirus en España afecta a los sanitarios, mientras que, en Italia, ese porcentaje se reduce al 10 por ciento. En Estados Unidos, los sanitarios contagiados apenas llegan al 3 por ciento y en China es del 3,8 por ciento.
Tanto Maribel como Rosa contaron a SBS Spanish que el hospital les proporcionó material de protección no homologado: mascarillas faciales defectuosas que sólo filtraban el virus por pocos minutos.
“Las mascarillas de FFP2 que estamos usando … no están homologadas, y resulta que la filtración sólo duraba tres minutos”, denuncia Maribel.
“Llevamos un mes usando esas mascarillas, que las cambiaron a las que nosotros usábamos para otras infecciones y no sé de dónde han salido, no son las que nos metían en los EPIs y nos ha dejado estos completamente enfadadas e indignadas porque no sabemos cómo ha pasado esto”.
Según varios informes publicados en medios españoles, las mascarillas defectuosas fueron distribuidas, y luego retiradas, de varios hospitales en España. Esta representa la segunda ocasión en que se identifican mascarillas no aptas en el país desde el inicio de la pandemia.
“Ahora nos explicamos por qué muchas compañeras están infectadas. Porque en la UVI con los pacientes, cuando los tienes que entubar, pues requieres una mascarilla ya de alta filtración, porque entonces no estás protegido para nada”, se queja Maribel.
A pesar de que con el transcurso de los meses, ha mejorado la calidad y la cantidad de equipos de protección personal con el que cuentan los sanitarios, Maribel y Rosa aseveran que aún carecen de desinfectante.
“Hemos estado muy justas con el hidrógeno alcohólico para desinfectarnos las manos, los guantes nos faltaban, las batas y requerimos eso, pues”, afirma Maribel.
Para el personal sanitario, la falta de equipos de protección incrementa su ansiedad a la hora de atender pacientes, ya que se sienten desprotegidos.
A pesar de haber descubierto la falla en las mascarillas, para el momento de la entrevista, el hospital no les había dado a las enfermeras instrucciones de qué hacer.
“Hemos estado utilizando esas mascarillas durante semanas, en todos los EPIs cada vez que hemos estado con pacientes COVID positivo, y nadie nos ha dicho cómo seguir con esta situación. No nos han dicho de hacernos tests, no nos han dicho de aislarnos, en cuanto a eso, sí que estamos muy desprotegidos”, denuncia Rosa.
Para el momento de esta publicación, SBS Spanish recibió información que ya a algunos sanitarios del hospital se les habían hecho las pruebas para detectar el coronavirus. Al menos una persona salió positiva.
Por su parte, Maribel cuenta que, aunque imprescindibles, los EPIs también dificultan y retrasan el trabajo.
Los EPIs son incomodísimos y se sufre mucho con ellos. Hay que tenerlos puestos para saber lo que es. Yo cogí una otitis de la presión de las gafas y la mascarilla. Tuve que estar cuatro días de baja y una semana tomando antibiótico, con muchísimo dolor de oído.
Pero la falta de equipos de protección no sólo afecta directamente al personal. También impacta sobre la calidad del servicio que el personal sanitario puede ofrecer a sus pacientes.
“Nosotros tampoco podíamos pasar (a ver los pacientes) todas las veces que queríamos por falta de los EPIs, porque claro, estaban contados”, afirma Rosa.
“Pasabas una vez tú, una vez el compañero, pero veces contadas, los pacientes estaban solos en las habitaciones, aislados, sin poder comunicarse con nosotros, porque nosotros no podíamos pasar a las habitaciones y ellos no tenían un timbre, ni un sistema con el que pudiese hablar con nosotros a través de la puerta”.
Spanish ICU nurse Maribel poses with PPE. Source: Supplied
Sin poder dar consuelo
Para ambas enfermeras, lo más dramático de la falta de recursos y planificación, es que ocasionó que muchos pacientes murieran solos.
“A pesar de ya llevar muchos años en esto y ver morir a mucha gente, el verlos morir solos me ha causado un dolor terrible”, confiesa Maribel.
“Recuerdo en las bolsas de sus pertenencias, los que tenían ahí al lado de la cama, oír sonar el móvil una y otra vez. Y esto me destrozaba, imaginándome la angustia de quien estaba detrás de ese teléfono llamando, y que su familiar no le pudiese contestar o porque estaba entubado, o porque se estaba muriendo”.
Sin embargo, la situación ha mejorado en el último mes. Ahora se está permitiendo que las familias puedan visitar a sus seres queridos para despedirse. No obstante, la situación continúa siendo emotiva, no sólo para los pacientes y sus allegados, sino también para el personal sanitario que debe presenciar estas escenas de manera rutinaria.
“La primera vez que vi que venía la familia, eran unos hijos que venían a despedirse de su padre, y les llamaban desde la distancia. ‘Papá, papá’, le decían, ‘te queremos’. Yo me salí llorando y mi supervisora me consoló. Me acuerdo que me dijo, ‘nos queda mucho por ver. Tenemos que estar fuertes’. Y qué razón tenía. Nos quedaba mucho por ver y mucho que sufrir todavía”, cuenta Maribel entre lágrimas.
Para Rosa, la pandemia nos ha enseñado no sólo sobre nuestra propia mortalidad, sino también sobre nuestra condición humana.
“Yo creo que la lección más importante que nos ha enseñado esta pandemia es la importancia del contacto humano, del contacto físico, del apoyo emocional, y lo que realmente nos hace falta ese contacto como seres humanos que somos. Porque el ver esos pacientes solos en las habitaciones, sin ningún tipo de contacto, ni con nosotros, ni con sus familias… eso es muy duro … La importancia de un abrazo. Un abrazo es imprescindible,” dice Rosa.
“Incluso los primeros días, el personal sanitario daba sus teléfonos a sus pacientes para que pudieran comunicarse con ellos. Luego ya es verdad que el hospital nos dio una Tablet por planta, para poder hacer por turno videollamadas con los pacientes, y que por lo menos vieran la cara de sus familiares y tuvieran una conversación con ellos, y de alguna manera poder tener ese apoyo emocional que no podían tener estando aislados…”
El temor a la segunda ola
A pesar del horror sufrido, la caída en la tasa de infección en España ha significado que ya los sanitarios están comenzando a ver algunas mejorías en los hospitales.
“Tengo la sensación de que está mejorando bastante la situación porque han cerrado muchas de las plantas que se abrieron específicamente para COVID”, cuenta Rosa.
“Si es verdad que las UCIs todavía no han notado esa mejoría, porque las Unidades de Cuidados Intensivos serán las últimas en tener esa mejoría, en el resto de unidades o servicios, sí que se ha notado una disminución de pacientes ingresados por COVID”.
Maribel también ha notado una estabilización en su unidad. Sin embargo, le aterra la posibilidad de que se presente una segunda oleada.
“Todavía hay presión en las UCIs, no nos podemos relajar. Si es verdad que ahora en los turnos tal vez tienes una cama libre, y te aguanta todo el turno, y a los intensivistas también se les ve más tranquilos, y pueden atender ya mejor a los pacientes”.
“Pero te da mucho miedo pensar que pueda haber otro repunte, porque yo creo que ahora nos pillaría más agotados y es que lo piensas y, no sé cómo es que sobrevivimos a esa situación. ¡Y volverlo a vivir, uff! ¡No quiero ni pensarlo! Horrible.”
Es un miedo que Rosa también comparte.
“Yo cuando escucho a políticos, o gente en general, diciendo que las restricciones son muy duras, restrictivas, que hay que bajarlas o disminuir, creo que realmente que hablan desde la ignorancia. Creo que no pertenecen a ningún equipo sanitario y … no saben lo que están diciendo. Muchos de ellos priman el sector económico o las empresas por sobre la salud, y no se dan cuenta que sin salud no puede haber economía, y no puede haber empresas”.
No olviden nuestro sacrificio
Rosa añade que a pesar de que aprecia los aplausos, y que agradece el reconocimiento que la sociedad le está dando a los sanitarios, lo más importante para ella es que, una vez que pase la crisis, no se olviden los sacrificios que hicieron personas como ella.
“La verdad es que el primer día que escuché los aplausos en apoyo a los sanitarios fue súper emocionante. Nos hizo levantar mucho el ánimo. Y siempre se agradecen esos gestos porque nos dan fuerza para seguir. Nos dan sentido al ir cada día al hospital, y ver que la gente reconoce tu labor”.
“Pero también creo que esto no debe quedarse en aplausos. Ya que muchas veces los sanitarios estamos incomprendidos, o nos dejan un poco de lado cuando defendemos la sanidad. Cuando defendemos la sanidad pública y nuestros derechos”.
“Aunque agradezco muchísimo los aplausos, agradecería más que cuando todo esto pase, no se olvide nuestra labor, no se olvide lo que estamos haciendo, no se olvide la importancia de la sanidad pública en este país.”
“Defender la sanidad pública es defender la salud de todos… La salud y la sanidad pública sigue siendo la base de la sociedad. No puede haber una sociedad sin salud”, dice lapidariamente.
Maribel, quién ha presenciado con horror la discriminación que algunos sanitarios han experimentado durante la crisis, piensa que la pandemia ha sacado a relucir nuestras mejores y peores cualidades como sociedad.
“En estas situaciones el ser humano se potencia. El que es bueno y generoso, lo es más, y el que es aprovechado y ruin también lo es mucho más”.
Para Maribel, el apoyo de su equipo ha sido imprescindible para lidiar con el día a día.
“He aprendido a valorar muchísimo más a todos mis compañeros, jefes médicos, personal sanitario y no sanitario. Todos hemos colaborado y trabajado en equipo, y además en muchas ocasiones con una nota de humor... Nos reímos de situaciones siempre y tratando de encontrar en los ratos de bajón, intentar buscar también los ratos de humor, que si no yo creo que esto hubiese sido… no hubiésemos podido con ello.”
Maribel cuenta que en su unidad han montado una cartelera como un espacio designado para celebrar lo realmente importante todos los días.
“Allí nos hacemos fotos, intentamos, cada vez que viene un compañero que se ha incorporado después de haber estado de baja por COVID, pues le recibimos ahí… Aplaudimos a los pacientes cuando se van, pues todo eso te ayuda, te da un poco de motivación, y de energía positiva para sobrellevar todo esto, porque si no, hubiese sido muy duro”.“Lo más importante es la salud y la sanidad. O sea, todo lo demás hay que invertir en sanidad y en educación, para que seamos buenas personas y para que sepamos que la salud es lo primero.”
Maribel in front of the staff bulletin board in ICU. Source: Supplied
Para Maribel, el miedo más grande es que no se encuentre pronto un tratamiento efectivo o una vacuna, ya que significaría más pérdidas humanas y que el hospital siga trabajando con ese ritmo insostenible, y con esa incertidumbre indefinidamente.
Sin embargo, la enfermera no deja de alabar la capacidad de respuesta que tuvo su sector, al verse retado por la pandemia.
“Aunque no se actuó antes, viendo lo que pasaba en Italia, y que el bicho nos venía de Italia, también decir que luego el trabajo ha sido admirable”.
SBS Spanish contactó al Hospital 12 de Octubre. Una vocera del departamento de prensa negó la falta de EPIs y entrenamiento en su uso.
En un correo electrónico, respondió: “El Hospital 12 de Octubre ha proporcionado a sus profesionales equipos de protección individual durante toda la pandemia”.
En cuanto a la asignación de mascarillas no homologadas, argumentó que “el tipo de mascarilla a utilizar, como ocurre en todos los hospitales, se determina en función del nivel de exposición del profesional al virus”, al tiempo que añadió que “después de la declaración del estado de alarma, el Gobierno de España ha asumido el mando único respecto a muchos temas, incluyendo las compras de material. Por lo tanto, las mascarillas proporcionadas a los profesionales son las recibidas.”
*No es su nombre verdadero.