Puntos destacados:
- El coste de los vuelos propicia que Eduardo haya pasado 12 años sin celebrar las Navidades con su familia
- Este año ha recibido la visita de su madre tras una travesía accidentada a Sídney por culpa de un largo retraso y la barrera del idioma
- Su periplo evidencia la necesidad de las aerolíneas para apoyar a personas mayores poco acostumbradas a viajar y que no hablan inglés
Sinopsis
Eduardo Sandoval es uno de los alrededor de 135.000 hispanos censados en Australia que saben a la perfección lo complicado que es pasar la Navidad con su familia. Se marchó de Ciudad de México hace 12 años para vivir en varios países y tras sacarse el doctorado en Filosofía sobre la interacción entre humanos y robots en la Universidad de Canterbury en Christchurch, Nueva Zelanda, recaló en Sídney en 2018. Desde que dejó atrás su país, nunca había pasado la Navidad con su familia.
Por fin, este año sería el primero en que Eduardo se reuniría con su madre, Inés Elvira Sandoval, y el entusiasmo era total. El académico mexicano, que en la actualidad da clases en la Universidad de Nueva Gales del Sur, tiene mujer e hijo pequeño, por lo que pasar esta Navidad junto a su progenitora era un sueño que urgía cumplir. No sólo por estas fechas tan señaladas, sino porque el cumpleaños de Inés es en enero y tampoco lo habían celebrado juntos en más de una década.
Sin embargo, el sueño se tornó en ‘pesadilla’ cuando el vuelo de Inés que salía de Ciudad de México a Los Ángeles -ciudad de la que partiría a Sídney- se retrasó cuatro horas. Perdió la conexión y pasada la medianoche, Inés se vio en L.A., sin poder comunicarse en inglés, sin poder hablar con su hijo y sin entender qué debía hacer. El siguiente vuelo salía 24 horas más tarde y debía ir a un hotel. Lo que para muchos es una situación incómoda fue para ella un obstáculo enorme que la hizo sentir “pánico” agravado por una subida de la tensión tras pasar casi 10 horas sin comer.
Tras la odisea, llegó la recompensa y la familia se pudo unir para pasar este periodo navideño juntos. Eso sí, Eduardo manda un mensaje: las aerolíneas deben estar preparadas para mejorar experiencias como la de su madre y de personas mayores que no están acostumbradas a viajar y que no saben comunicarse en inglés.